jueves, 4 de diciembre de 2008

El carozo de la palta y el esfuerzo por poner el límite

Hace algunos años aprendí que para que la palta no se ponga negra esperando ser deglutida hay que poner el carozo en un vaso con agua. Cuando me lo dijeron reaccioné como todo el mundo hace cuando yo misma lo comento: ¡No puede ser! ¡Esas son estupideces! ¿Cómo sabe la palta que el carozo está en agua y no en la basura? Pero como a mi cuñada la palta no se le ponía negra decidí hacer yo misma el experimento y funcionó.
Liquidar un comentario con un "no puede ser" en los casos en que no disponemos de evidencia es un ejemplo, harto frecuente, de frivolidad. Bien nos vendría un poco de asombro y curiosidad. Pero, hete aquí que esa tonta respuesta también la damos cuando las cosas están ocurriendo antes nuestros ojos y con el "no puede ser" en mano, damos vuelta la cabeza y miramos para otro lado. Esto ya no es frivolidad sino lisa, llana y aburrida estupidez.
Hubo una feliz ocasión en la que conté la historia de la palta a una amiga nada estúpida quien, ante la pregunta ¿cómo sabe la palta si está separada del carozo? (esto ocurría en una reunión de mujeres profesionales con mucha suela gastada) mi amiga espetó los siguientes interrogantes: ¿qué es estar separado? ¿a qué distancia empieza estar separado? ¿acaso dos cosas que están en íntima contigüidad no están separadas? ¿la piel y el aire, por ejemplo?
Ahora bien, si no sabemos qué es estar separados, tampoco sabemos qué es un límite. Y si no sabemos qué es un límite ¿para qué tomarse el trabajo de querer establecerlo?

Separación, distancia, límite son abstracciones que sin duda son útiles para pensar... en abstracto (y dentro de cierto paradigma, he de agregar), porque en ese caso no hay realidad que desmienta el contenido que les demos. Sirven para imaginar escenarios posibles. Pero, querer poner el límite para protegerme, por ejemplo, de lo que está fuera de mí (separado), si no es en cada situación, momento a momento, cuando la realidad vivida me va marcando que el límite es permeable, que su densidad cambia constantemente, que no hay afuera separado del adentro, no es más que una vana expresión de deseos que, con casi toda seguridad, nos va a dejar como acelerando en el barro. ¿No conviene ahorrar nuestras energía para hacer lo que sí podemos? A asombrarse y también, a relajarse que, aunque el mundo se acabe, la vida siempre recién empieza.

martes, 2 de diciembre de 2008

A propósito de la voluntad (cont.)

cálculo, y la guadaña parece manejarse sola mientras Levin saborea el abandono en el movimiento que convierte el placer de hacer algo maravillosamente ajeno a los esfuerzos de la voluntad.
Así ocurre con muchos de los momentos felices de nuestra existencia. Liberados de la carga de la decisión y de la intención, avanzando en nuestros mares interiores, asistimos, como a las acciones de otro, a nuestros distintos movimientos admirando sin embargo su involuntaria excelencia. ¿Qué otra razón podría yo tener para escribir este irrisorio diario de una portera que se va haciendo vieja, si la escritura no participara de la misma naturaleza que el arte de la siega? Cuando las líneas se convierten en demiurgos de sí mismas, cuando asisto, como una maravillosa inconsciencia, al nacimiento sobre el papel de frases que escapan a mi voluntad e, inscribiéndose ajenas a ella en el papel, me enseñan lo que no sabía ni creía querer, gozo de este alumbramiento sin dolor, de esta evidencia no concertada, de seguir sin esfuerzo ni certeza, con la felicidad del asombro sincero, una pluma que me guía y me arrastra.
Entonces, accedo, en plena evidencia y textura de mí misma, a un olvido de mi propio ser rayano en el éxtasis, saboreo la feliz quietud de una conciencia espectadora.

A propósito de la voluntad

El siguiente es un extracto de la novela "La elegancia del erizo" de la joven escritora francesa Muriel Barbery. Disfruten.

Ah, el campo ruso... Tiene ese encanto tan especial de los parajes salvajes y no obstante ligados al hombre por la solidaridad de esta tierra de la que todos estamos hechos... La escena más hermosa de Anna Karenina transcurre en Prokovskaya. Levin, sombrío y melancólico, trata de olvidar a Kitty. Estamos en primavera y se va a los campos a segar con sus campesinos. La tarea se le antoja al principio demasiado dura. Cuando está a punto de desfallecer, el viejo campesino que dirige la hilera de segadores ordena descansar. Luego reanudan su tarea. De nuevo, Levin se siente extenuado pero, una vez más, el viejo levanta la guadaña. Descanso. [...] El calor es cada vez más intenso, Levin tiene los brazos y los hombros empapados en sudor pero, a fuerza de descansar y reanudar la tarea, sus gestos antes torpes y dolorosos se vuelven cada vez más fluidos. Siente de pronto un agradable frescor en la espalda. Poco a poco, libera sus movimientos del obstáculo de la voluntad, entra en el leve trance que confiere a los gestos la perfección de los actos mecánicos y conscientes, sin reflexión ni ...

martes, 18 de noviembre de 2008

A propósito de una frase hecha que circula mucho en estos días.

Allí, cuando comenzaban a formarse las lenguas y las palabras tenían un vínculo inmediato con la experiencia del cuerpo, los griegos dispusieron de la palabra krinein para nombrar el utensilio que usaban para separar una cosa de otra, o sea, el colador. A medida que la capacidad simbólica de este pueblo creció, krinein, de donde se deriva nuestro vocablo crisis, enriqueció su significado haciéndose más abstracto y pasó a usarse cuando necesitaban referirse a una situación en la que debían decidir, para lo cual era preciso contar con un criterio o colador. En fin, una crisis consiste en la separación, el rompimiento de algo que, por esa causa, pone ante nosotros situaciones desconocidas que exigen nuestro análisis. En verdad, la vida es crisis y permanente e inexorablemente nos exige decisiones de mayor o menor envergadura. Por eso, estar vivos nos hace fatalmente responsables.

¿Qué hay respecto a la palabra oportunidad que nos fuera legada por el latín? Algo similar ocurrió con esta palabra que, de designar el momento anterior (op) a la llegada a puerto (portus) de una embarcación, momento en el que arrecian las dificultades y hay que analizar la situación siempre cambiante para poder tomar las decisiones correctas, pasó, en el latín vulgar, a ser aplicada a toda circunstancia en la que hay un deseo cierto de llegar a alguna situación determinada y la potencia para lograrlo. En su origen, pues, oportunidad implicó a la responsabilidad aquí y ahora frente a una situación precisa. Más tarde, con el ingreso de la idea de un paraíso futuro y, con ella, de la “esperanza” en la lista de los valores positivos de occidente (recordemos: los griegos la habían incluido dentro de la caja de Pandora junto a todos los males), quedó enfatizado el elemento externo de la oportunidad y sumó otro contenido: situación externa propicia que puede o no presentársenos en algún momento que desconocemos de antemano.

En fin, la vida es crisis y seguir viviendo significa necesariamente superarla. La continuidad de la vida, es por tanto, fatalmente oportunidad para, a veces llegar a puerto, otras echar el ancla más o menos cerca como para llegar nadando, otras acostumbrarse a vivir mecido por las aguas, de la caza y de la pesca. Lo importante en todo esto es no confundirse y convertir el inextricable tejido de crisis, oportunidad y responsabilidad con “A río revuelto, ganancia de pescadores”.

lunes, 6 de octubre de 2008

Qué es Abralapalabra

El trabajo que propongo es, en verdad, una aventura fascinante. Consiste en partir de alguna palabra, elegida entre las que usamos habitualmente, para recuperar a través de su etimología, su historia y los diversos usos que tuvo y tiene, todo su espesor significante. La idea no es hacer un análisis erudito ni académico (aunque subyace al trabajo de coordinación que yo realizo una minuciosa investigación) sino recuperar sentidos obvios pero aplastados, presentes en nuestras experiencias cotidianas tan a menudo "ninguneadas"
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¿Qué logramos? multiplicar las posibilidades que nos ofrecen las palabras para reconocer y habitar nuestras experiencias de todos los días, enriquecer nuestra interpretación de las mismas y, en general, del mundo que nos rodea, alimentar la imaginación y la creatividad.
Los grupos son heterogéneos en edad, sexo y formación. El único requisito para participar es ser curioso, tener ganas de pensar y de que pensar sea una alegría.



Abralapalabra te propone internarte en la etimología, la historia y el uso actual y cotidiano de algunas palabras que nos son caras, como esperanza, afecto, éxito. Devolverles así toda la capacidad que tienen, y que su uso desgasta, para nombrar, comprender y expresar nuestras vivencias y experiencias cotidianas.

En ese recorrido, no desprovisto de asombro, emoción, alegría, y con el bagaje de significados recobrados, vermos que pensar nuestra vida diaria es una aventura que produce placer, alivia las penas y alimenta las ganas de vivir.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

La crueldad y el deseo de saber

Yo creo en la extrañeza que inunda lo cotidiano, dice Lucrecia Martell. Y sigue: El gran esfuerzo de la educación debiera ser justamente "siniestrar" la percepción. (...) Lo siniestro es eso, cuando de golpe mirás algo y reconocés que deliberadamente no estabas viendo todo. Ahí uno descubre algo. En la crueldad de los chicos con los animales hay algo de eso. Hay algo en el dolor, en el sufrimiento del animal, en el horror de esa estreuctura organizada desarmándose, desarticulándose, perdiendo vida. Cuando los chicos hacen esas cosas, lo que hay es desesperación por la vida. En la crueldad no hay otra cosa que el intento desesperado de ver la vida.

Cruel nos llega de la palabra latina crudus que quiere decir sangrante, crudo, no cocido; reciente. Se usa para hablar de los frutos cuando aún no están maduros. También alude a lo que no ha sido digerido, ni trabajado, a lo que permanece en bruto. Por extensión, por esos avatares de la conciencia en búsqueda del ideal de la "bondad" más que de la "verdad", llegó a significar lo que hoy entendemos por crueldad, o sea, una insensibilidad o falta de compasión ante el dolor de otro tan intensa que nos hace capaces de infligirle daño, dolor, incluso la muerte.
Yace en su fondo, sin embargo, esa sed de saber, de entender lo que nos conmueve e inquieta hasta el punto de superar el horror y aventurarnos a actuar en forma extrema. El lenguaje coloquial conserva esta tensión de los sentidos: "se mata estudiando", "te vuelve loca con sus preguntas" y así, más y más.

¿No hay, hoy en día, una cierta reivindicación de la crueldad como camino para desidealizar, llamar a las cosas por su nombre, ya que las verdades, más que causar daño, serían sanadoras? Pienso en el Dr. House, por ejemplo.

martes, 2 de septiembre de 2008

Cómo escribir cuando deseamos ser leídos

Hace poco, una profesional invitada a colaborar con un artículo en un libro colectivo referido a una investigación en la que ella había participado, me envía su texto para que yo lo corrija. Me pide que la ayude a cambiarle el tono. "Demasiado frío", me dice.

Y... sí, se trata de un informe de avance, escrito según las normas que rigen este tipo de producción, en todos los casos y se trate de lo que se trate. Una de estas normas es la de usar formas impersonales, como si decir "Se desprende de ello..." en lugar de "Yo concluyo..." pudiera garantizarle objetividad a la conclusión arribada.

Le digo que, para cambiar el tono, pruebe de usar la primera persona del singular, que hable ella, que le hable al lector para que éste, al leerla, pueda escucharle los matices, las inflexiones de su voz, compartir con ella el ambiente en el que ella gestó su trabajo.

"Una idea es como un pájaro raro que no se puede ver. Lo que uno ve es el temblor de la rama que acaba de abandonar". Este maravilloso pensamiento de Lawrence Durrell (El cuarteto de Alejandría), que expresa tan bien la desazón que sentimos cuando queremos decir lo que pensamos y sentimos que se nos escapa y escapa y escapa..., justifica la necesidad de escribir en primera persona. Es la única forma de transmitir el temblor y llegar a los lectores -académicos o no-, hacer que reciban algo -entiendan o no-, se inquieten, se hagan preguntas, se entusiasmen.

Extrañada ante mi propuesta, me pregunta "Pero, ¿no va a sonar muy pedante?"

"¡No, no y no! Es precisamente al revés, le digo. Cuando vos te involucrás a fondo, desaparecés. Pero no oculta detrás de un palabrerío rimbombante que suele dejar al lector, knockeado por la soberbia, pensando que a él no le alcanzan las neuronas que tiene para entender lo que está leyendo. Metida a fondo en el empeño por transmitir lo que quiero decir, dejo de ser 'yo' para ser el instrumento a través del cual se revela, cobra existencia la idea, el texto. No hay mayor objetividad que la que se logra cuando elcompromiso con lo que hacemos hace que nos olvidemos de nosotros mismos."

miércoles, 20 de agosto de 2008

Una extraña aventura: ¿qué sentidos ocultos guardan las palabras que usamos?

Propongo zambullirnos en la historia de ciertas palabras, en sus contenidos olvidados pero no por ello inocuos, para tomar conciencia de todo lo que decimos sin saberlo y de todo lo que podríamos decir si nos apropiáramos de esos contenidos; para que podamos usarlas para reconocer y hablar de las cosas que efectivamente sentimos y nos pasan.


Empecemos con la palabra ESPERANZA, una palabra cargada, abrumada de connotaciones positivas. Sin embargo, según cuenta uno de los más célebres mitos griegos, Zeus guardó en la famosa caja de Pandora, junto a las pestes, las desgracias y todo lo que hace llorar, sufrir y destroza a los hombres, la esperanza. Su idea era que cuando Pandora abriera el cofre, desobedeciendo las expresas órdenes en contrario del dios, los males se escaparan diseminándose por toda la faz de la tierra, en castigo por la maldad y soberbia humanas. En fin, desde los griegos, la palabra esperanza alberga en su seno, la desgracia.

Los lectores están invitados a enviar reflexiones propias o ajenas en torno a este asunto.